Director Fundador: João Ruivo    Director: João Carrega    Publicação Mensal    Ano XIII    Nº153   Novembro 2010

Opinião

CRÓNICA SALAMANCA

El buen Profesor Universitario, objeto de deseo

Quedan muy lejos de ser unánimes los criterios que definen a un profesor universitario como “buen profesor”.

El estudio del pasado histórico universitario nos sirve sólo en parte para tener opinión sobre el asunto, porque hace no tanto, por ejemplo, un buen profesor en la universidad no necesitaba investigar, publicar, participar en congresos, dirigir la formación de jóvenes investigadores. Era suficiente con ser un buen comunicador en el aula, comportarse como un evaluador razonable con sus alumnos (no ser un déspota, ni un bicho), y eludir compromisos fuera del ambiente universitario. Todo el siglo XIX y buena parte del XX de España está lleno de buenos profesores universitarios que no escribían libros ni artículos, apenas investigaban, y eran ajenos a los problemas del gobierno de las universidades.

La influencia del modelo alemán, de Humboldt, sobre las universidades de Estados Unidos e Inglaterra, y más tarde de Francia y otros países latinos, pone el acento en la capacidad creadora de los profesores, y subraya la función investigadora del catedrático y del profesor de una universidad que merezca el grado de buena universidad. Primero esa línea de actuación se instala en las ciencias experimentales, y después va tocando de forma inexorable a todas las ramas del conocimiento. De tal forma que en los finales del siglo XX, y principios del XXI, ha quedado completamente desplazado el punto de atención sobre la valía de un profesor, estrictamente docente, hacia su producción como investigador.

Ahora lo que importa es la capacidad del aspirante a profesor para demostrar haber publicado artículos científicos, libros, dirigir grupos de investigación, y desarrollar actividades próximas a las reseñadas. Es eso lo que cuenta, lo que tiene valor ante los organismos oficiales de evaluación, y en consecuencia lo que pesa en la cultura académica universitaria hegemónica. De tal manera es así, que no es extraño que alguien pueda llegar a ser acreditado como profesor sin apenas haber tenido la oportunidad de demostrar que ha realizado actividades docentes de nivel, sin ser el responsable de la docencia de una disciplina. Hoy un profesor aspira ante todo a ser bien evaluado como investigador, y lo de menos es la parte docente.

Para mayor gravedad y descrédito de la función docente, hoy se valora mucho más aún al investigador capaz de generar Innovación y Desarrollo( I+D), al que registra patentes, al que diseña nuevas tecnologías aplicadas, dentro de una valoración añadida y preferente de los organismos que conceden financiación a la investigación respecto a esas llamadas líneas preferentes de investigación aplicada.

Falta aún otra dimensión de lo que se evalúa de la actividad de alguien que es conocido profesionalmente como profesor de universidad, desde ayudante a catedrático. Nos referimos a las tareas de gestión, de dirección de Departamento, de Decano y otras tareas de gobierno, de participar en mil y un capítulos propios de la organización y funcionamiento de los centros universitarios. No nos parece mal que logren un grado de reconocimiento y valoración, pero es evidente que carecen de relación directa con la función docente de alguien que ante todo debiera tomar como objetivo central la actividad docente con los estudiantes.

En consecuencia, si lo que prima en primer lugar es la producción investigadora del aspirante, luego su perfil tecnológico, y finalmente la habilidad para gestionar sin especiales apuros la responsabilidad de gobierno y vida cotidiana del establecimiento universitario que fuera, el aspirante a buen profesor no debiera preocuparse de casi nada más, en una visión absolutamente cínica de la tarea universitaria.

Para evitar sospechas y comentarios subterráneos, diré que escribe y firma este artículo alguien que ha pasado con éxito por cargos de gestión de máximo nivel y puede exhibir las mejores evaluaciones de su actividad investigadora. Pero también es alguien con profunda responsabilidad docente que observa el devenir de cada día en su propia universidad, y le duele el descrédito de la tarea del docente, o no muy bien valorada.

Cualquier llamado profesor universitario en España, y sabemos que también se produce así en buena parte de las universidades del mundo, busca ser reconocido como buen investigador y gestor, y sólo en un segundo grado de interés y preocupación cuenta la parte docente de la tarea universitaria. Lo cual debiera conducir a reformar en profundidad la misma denominación de la figura del profesor, que es y debe ser otra cosa muy diferente.

De ello vamos a hablar otro día, del buen profesor, pero no nos resistimos a anunciar y proponer que la clave del problema nace de la escasa atención y valoración que merece para la administración, para el profesor y la cultura académica dominante la dedicación formativa a los estudiantes, a su correcta orientación y tutoría, a su evaluación razonada y constructiva. Si fuera atendida de otra manera la dedicación docente del profesor, se comenzaría a valorar mucho más en serio en su perfil académico esta actividad pedagógica, y a establecer mejores criterios económicos para los profesores que resulten mejor evaluados. Porque el buen docente, como el buen investigador, merece recompensas académicas y económicas bien concretas y visibles.

El buen profesor universitario es en nuestra opinión alguien que va más allá de los criterios académicos hoy imperantes en la universidad funcionalista y tecnocrática que nos toca padecer y aceptar, y que merecería un buen repaso. Lo comentaremos en otra próxima ocasión.

José María Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es

 

 

 

UNIVERSIDAD SALAMANCA

Archivo historico en internet

Con el objetivo de hacer accesible su rico y vasto patrimonio documental, la Universidad de Salamanca ha habilitado un portal en internet con el contenido de su Archivo Histórico. La web estará disponible para su consulta pública y contará con unas 180.000 imágenes procedentes de miles de documentos históricos recopilados a lo largo de toda la historia de la institución académica salmantina.

La correspondencia de Miguel Unamuno, toda una muestra de los intereses unamunianos y de sus corresponsales a los que el escritor y filósofo denominaba epistolomanía, el registro de los exámenes de estudiantes para ingresar en Facultad Mayor en periodos desde 1613 hasta 1819 o las actas de Claustros y Juntas de Universidad desde 1464 son sólo algunos de los documentos que se pueden consultar en el portal ausa.usal.es. Un conjunto de valiosos documentos históricos que no sólo recogen buena parte de la historia de los cerca de ochocientos años de vida de la Universidad de Salamanca, sino también fragmentos y detalles de la vida de quienes pasaron por sus aulas, desde sus alumnos hasta sus rectores.

Investigadores, miembros de la comunidad universitaria y público en general podrán acceder a los recursos documentales del Archivo Histórico de la Universidad de Salamanca desde cualquier parte del mundo, sin ningún tipo de traba, y consultar un archivo que, dada su larga trayectoria, cuenta con un formidable valor histórico. Además, los archivos quedan de este modo protegidos en lo que se refiere a su conservación y se facilita la investigación no sólo sobre la Universidad de Salamanca en concreto, sino sobre toda la larga historia de los estudios generales y la educación superior en España.

 

 

 

CRÓNICA

Cartas desde la ilusión

De nuevo estoy contigo para comentarte nuestro camino hacia la constitución y funcionamiento pleno de nuestra “comunidad de aprendizaje”.

En nuestra última reunión, tras unos momentos de sensibilización mediante la reflexión colectiva e individual, abordamos nuestra situación actual en relación con nuestro funcionamiento como “comunidad de aprendizaje”. Lo hicimos de la siguiente manera: Fuimos considerando una a una las 10 características del funcionamiento de las comunidades de aprendizaje que se consideran fundamentales. Son las siguientes:

1.- Control distribuido.
2.- Compromiso con la generación y compartición de nuevos conocimientos.
3.- Actividades de aprendizaje flexibles y negociadas.
4.- Autonomía de los miembros de la comunidad.
5.- Alto nivel diálogo, interacción y colaboración.
6.- Enfoque común e incentivo para trabajar juntos.
7.- Capacidad para adaptarse a las condiciones locales y evolucionar.
8.- Creatividad e innovación.
9.- Superación de la disciplina tradicional y de los límites conceptuales.
10.- Aprecio de la diversidad, las múltiples perspectivas y las cuestiones epistemológicas.

Lo más importante de la reunión fue que cada uno de los profesores calificó, con una puntuación entre 0 y 5 (entre “Nunca” y “Siempre”), la situación real del centro percibida como “comunidad de aprendizaje”. Ahora bien, para tratar de evitar lo más posible la interpretación subjetiva, se ofreció, antes de la puntuación, una explicación comprensiva de cada una de las funciones antes indicadas. Una vez explicado lo que significaba cada función, los profesores puntuaban sobre una tabla impresa que se les había suministrado previamente.

A continuación, te ofrezco la tabla de los resultados obtenidos.

Como puedes observar, los profesores calificaron la situación, a través de los 10 ítems o características, entre los valores 2 y 4: el valor 2 fue asignado mayoritariamente a los ítems 1 y 8; el valor 3 mereció la atención de la mayoría de los profesores en los ítems 2, 4, 7, 9 y 10; el valor 4 fue dado mayoritariamente a los ítems 3, 5 y 6.

Estos valores modales (es decir, los valores puntuados por la mayor cantidad de profesores en cada ítem) nos mostraron que el centro educativo se encuentra en una zona “intermedia” en cuanto a su funcionamiento como “comunidad de aprendizaje”. Este hecho resulta bastante normal si se tiene en cuenta que, en realidad, todo equipo educativo que trabaja en cualquier centro es una comunidad y funciona como tal, porque necesariamente se han de producir todo tipo de intercambios entre todos sus componentes.

Pero lo importante fue conseguir que el conjunto de los profesores se posicionara inicialmente, antes de comenzar a construir la “comunidad de aprendizaje”, tratando de informar acerca de la realidad de la que partimos. Dentro de unos meses (3 meses, 6 ó 9 meses, en función de lo que decida la comisión de evaluación) volveremos a puntuar el “estado actual” de cada uno de los ítems para comparar con esta puntuación inicial y verificar si se ha producido mejora en cuanto al funcionamiento de la “comunidad de aprendizaje”. Nuestra convicción es que, si tenemos que mejorar, tenemos que saber, también, de dónde partimos. De no ser así, estaríamos, con toda probabilidad, trabajando en la incertidumbre y en la falta de datos reales acerca de nuestros posibles progresos.

Tal vez, en mi próxima carta, te dé una explicación un poco más detallada de las 10 funciones que te he indicado, porque creo que merece la pena conocerlas con más amplitud y claridad.
 

Tabla de los resultados

Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com

 

 

 

PRIMEIRA COLUNA

Tempo de readaptação

O ensino superior em Portugal enfrenta, nos próximos anos, uma das maiores readaptações da sua história recente. A questão dos consórcios e das parcerias há muitos anos que é assumida quer pelas universidades, quer pelos politécnicos, e têm sido dados passos importantes nesse sentido. Essa é uma readaptação que está a ser feita lentamente, com as preocupações, exigências e, porque não dizê-lo, com uma certa dose de desconfiança entre as instituições.

A realidade económica que Portugal e a maioria dos países europeus atravessam, obriga a tutela e as instituições de ensino superior a serem mais rigorosos, numa altura em que o contrato de confiança assinado entre o Governo, universidades e politécnicos exige mais qualificação para mais portugueses. Quer o Conselho de Reitores, quer o Conselho Coordenador dos Institutos Politécnicos estão empenhados na concretização desse contrato e a consequente correcção nos orçamentos das instituições.

Em matéria de gestão devem ser premiadas aquelas que têm boas práticas, que exigem a si mesmas critérios rigorosos, que conseguem apresentar resultados económicos e escolares positivos. Significa isto que quem faz o trabalho de casa não deve ser penalizado, como acontece, já que ficam com uma parte das verbas «positivas» cativas. Esta é uma questão já antiga, mas que continua a ser penalizadora para quem com poucos euros consegue instituir boas práticas, formar com qualidade, e no final ainda guardar o troco, o qual em parte não poderá ser usado porque fica cativo nas contas públicas.

Mas a readaptação do ensino superior, para além de uma exigente gestão, passa pela capacidade que as instituições tiverem, entre outros aspectos, em: i) investigar com qualidade e dimensão (com as universidades e os politécnicos a seguirem os seus próprios caminhos), ii) em se internacionalizarem (não basta apenas a troca de alunos e docentes, é preciso implementar modelos de cooperação efectiva ao nível da investigação ou da oferta formativa – Espanha está mesmo aqui ao lado, mas os Palop’s, o Brasil e a China – através de Macau - são mercados demasiado importantes para não serem explorados; iii) conseguir uma maior envolvência com o tecido empresarial (garantindo as ofertas formativas que o mercado regional, nacional e internacional necessitam); iiii) ou ainda procurarem e formarem novos públicos, a vários níveis de ensino.

Naturalmente que há outros aspectos não menos importantes, como a qualificação do corpo docente das instituições, o desenvolvimento de plataformas de ensino a distância, ou a implementação efectiva do modelo de «Bolonha» (os cursos já foram readaptados, mas falta, na maioria dos casos tudo o resto).

Muito do desenvolvimento que o País teve nos últimos 30 anos deveu-o ao ensino superior. Aos Politécnicos e às Universidades que garantiram o acesso ao ensino superior a quem nele quis estudar. E esse é um trabalho que está longe de estar acabado. Em tempos de crise, a proximidade das instituições com a população é um factor decisivo para que muitos portugueses se continuem a qualificar. Discordo por isso, da velha máxima, que Portugal é um país de doutores e engenheiros. Necessitamos de mais gente qualificada, mas defendo que todos os que já obtiveram (ou estão a obter) a sua qualificação também eles se devem readaptar a uma nova realidade que não é apenas portuguesa, mas global...

João Carrega
carrega@rvj.pt
 

 

 

CRÓNICA

As cores da ilusão

A velha era viúva de há tanto tempo, que a memória já não chegava para saber quanto. Queria agora aliviar o luto, embora mantendo o mesmo respeito pelo defunto. Foi por isso à drogaria vizinha e pediu:

- Ó Senhor Manuel, venda-me um pincel pequeno e uma latinha de tinta preta, que não seja muito escura, para retocar a campa do meu marido.

Não é o caso da anciã, que era respeitadora, decrépita, é certo, mas honrada. É mais o de certa gentinha que por aí anda a fazer-nos crer que o preto é branco e vice-versa.

Na verdade, nada daquilo que vemos diariamente é o que na realidade nos contam termos visto; nada do que sentimos na pele é aquilo que nos dizem termos sentido; nenhumas das cores que vemos são as cores com que nos pintam a vida. Nas escolas, nos hospitais e centros de saúde, nos serviços públicos, no emprego e, enfim, na praça ou na mercearia.

Montados nos cavalos do sucesso e das saídas airosas, os ministros falam agora da inevitabilidade e da globalização de medidas austeras, quando há poucos meses os sacrifícios seriam mínimos e poucos os sacrificados. A crise estava então erradicada.

A estes juntaram-se agora outros, pintando a manta. É mais do mesmo. Como se a crise e o nosso anunciado desassossego tivessem apenas a ver com a redução do IVA de alguns produtos essenciais, a suspensão das parcerias económicas do estado ou o encerramento de instituições paralelas, que os sucessivos governos foram criando para agraciar os respectivos boys pelos serviços prestados.

As contribuições sérias; quando realmente a vida da maioria das pessoas está em causa, aqueles não as querem ver nem pintadas.

Os figurões, esses, chegam mesmo a falar de mágoa que sentem por terem de aplicar as medidas “impopulares” que nos comprometem o futuro. Hão-de voltar mais tarde com o mesmo discurso, com caras de anjo e cores celestiais.

A banca, obreira de todo este desastre económico e financeiro, que especulou, esbanjou e agiu, em muitos casos fraudulentamente, é agora o sector a proteger, a acarinhar e a incentivar, mais parecendo vítima daqueles que não têm emprego, recebem salários e pensões de miséria, compram os medicamentos mais caros e engrossam as filas dos bancos alimentares.

É, portanto, a cor do dinheiro, que comanda a nossa vida cinzenta.

João de Sousa Teixeira
teijoao@gmail.com

 


© 2002-2010    RVJ Editores, Lda.