CRÓNICA SALAMANCA
El buen Profesor
Universitario, objeto de deseo

Quedan muy lejos de ser unánimes los
criterios que definen a un profesor universitario como “buen profesor”.
El estudio del pasado histórico universitario nos sirve sólo en parte
para tener opinión sobre el asunto, porque hace no tanto, por ejemplo,
un buen profesor en la universidad no necesitaba investigar, publicar,
participar en congresos, dirigir la formación de jóvenes investigadores.
Era suficiente con ser un buen comunicador en el aula, comportarse como
un evaluador razonable con sus alumnos (no ser un déspota, ni un bicho),
y eludir compromisos fuera del ambiente universitario. Todo el siglo XIX
y buena parte del XX de España está lleno de buenos profesores
universitarios que no escribían libros ni artículos, apenas investigaban,
y eran ajenos a los problemas del gobierno de las universidades.
La influencia del modelo alemán, de Humboldt, sobre las universidades de
Estados Unidos e Inglaterra, y más tarde de Francia y otros países
latinos, pone el acento en la capacidad creadora de los profesores, y
subraya la función investigadora del catedrático y del profesor de una
universidad que merezca el grado de buena universidad. Primero esa línea
de actuación se instala en las ciencias experimentales, y después va
tocando de forma inexorable a todas las ramas del conocimiento. De tal
forma que en los finales del siglo XX, y principios del XXI, ha quedado
completamente desplazado el punto de atención sobre la valía de un
profesor, estrictamente docente, hacia su producción como investigador.
Ahora lo que importa es la capacidad del aspirante a profesor para
demostrar haber publicado artículos científicos, libros, dirigir grupos
de investigación, y desarrollar actividades próximas a las reseñadas. Es
eso lo que cuenta, lo que tiene valor ante los organismos oficiales de
evaluación, y en consecuencia lo que pesa en la cultura académica
universitaria hegemónica. De tal manera es así, que no es extraño que
alguien pueda llegar a ser acreditado como profesor sin apenas haber
tenido la oportunidad de demostrar que ha realizado actividades docentes
de nivel, sin ser el responsable de la docencia de una disciplina. Hoy
un profesor aspira ante todo a ser bien evaluado como investigador, y lo
de menos es la parte docente.
Para mayor gravedad y descrédito de la función docente, hoy se valora
mucho más aún al investigador capaz de generar Innovación y Desarrollo(
I+D), al que registra patentes, al que diseña nuevas tecnologías
aplicadas, dentro de una valoración añadida y preferente de los
organismos que conceden financiación a la investigación respecto a esas
llamadas líneas preferentes de investigación aplicada.
Falta aún otra dimensión de lo que se evalúa de la actividad de alguien
que es conocido profesionalmente como profesor de universidad, desde
ayudante a catedrático. Nos referimos a las tareas de gestión, de
dirección de Departamento, de Decano y otras tareas de gobierno, de
participar en mil y un capítulos propios de la organización y
funcionamiento de los centros universitarios. No nos parece mal que
logren un grado de reconocimiento y valoración, pero es evidente que
carecen de relación directa con la función docente de alguien que ante
todo debiera tomar como objetivo central la actividad docente con los
estudiantes.
En consecuencia, si lo que prima en primer lugar es la producción
investigadora del aspirante, luego su perfil tecnológico, y finalmente
la habilidad para gestionar sin especiales apuros la responsabilidad de
gobierno y vida cotidiana del establecimiento universitario que fuera,
el aspirante a buen profesor no debiera preocuparse de casi nada más, en
una visión absolutamente cínica de la tarea universitaria.
Para evitar sospechas y comentarios subterráneos, diré que escribe y
firma este artículo alguien que ha pasado con éxito por cargos de
gestión de máximo nivel y puede exhibir las mejores evaluaciones de su
actividad investigadora. Pero también es alguien con profunda
responsabilidad docente que observa el devenir de cada día en su propia
universidad, y le duele el descrédito de la tarea del docente, o no muy
bien valorada.
Cualquier llamado profesor universitario en España, y sabemos que
también se produce así en buena parte de las universidades del mundo,
busca ser reconocido como buen investigador y gestor, y sólo en un
segundo grado de interés y preocupación cuenta la parte docente de la
tarea universitaria. Lo cual debiera conducir a reformar en profundidad
la misma denominación de la figura del profesor, que es y debe ser otra
cosa muy diferente.
De ello vamos a hablar otro día, del buen profesor, pero no nos
resistimos a anunciar y proponer que la clave del problema nace de la
escasa atención y valoración que merece para la administración, para el
profesor y la cultura académica dominante la dedicación formativa a los
estudiantes, a su correcta orientación y tutoría, a su evaluación
razonada y constructiva. Si fuera atendida de otra manera la dedicación
docente del profesor, se comenzaría a valorar mucho más en serio en su
perfil académico esta actividad pedagógica, y a establecer mejores
criterios económicos para los profesores que resulten mejor evaluados.
Porque el buen docente, como el buen investigador, merece recompensas
académicas y económicas bien concretas y visibles.
El buen profesor universitario es en nuestra opinión alguien que va más
allá de los criterios académicos hoy imperantes en la universidad
funcionalista y tecnocrática que nos toca padecer y aceptar, y que
merecería un buen repaso. Lo comentaremos en otra próxima ocasión.
José María Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es
UNIVERSIDAD SALAMANCA
Archivo historico en
internet
Con el objetivo de hacer accesible su
rico y vasto patrimonio documental, la Universidad de Salamanca ha
habilitado un portal en internet con el contenido de su Archivo
Histórico. La web estará disponible para su consulta pública y contará
con unas 180.000 imágenes procedentes de miles de documentos históricos
recopilados a lo largo de toda la historia de la institución académica
salmantina.
La correspondencia de Miguel Unamuno, toda una muestra de los intereses
unamunianos y de sus corresponsales a los que el escritor y filósofo
denominaba epistolomanía, el registro de los exámenes de estudiantes
para ingresar en Facultad Mayor en periodos desde 1613 hasta 1819 o las
actas de Claustros y Juntas de Universidad desde 1464 son sólo algunos
de los documentos que se pueden consultar en el portal ausa.usal.es. Un
conjunto de valiosos documentos históricos que no sólo recogen buena
parte de la historia de los cerca de ochocientos años de vida de la
Universidad de Salamanca, sino también fragmentos y detalles de la vida
de quienes pasaron por sus aulas, desde sus alumnos hasta sus rectores.
Investigadores, miembros de la comunidad universitaria y público en
general podrán acceder a los recursos documentales del Archivo Histórico
de la Universidad de Salamanca desde cualquier parte del mundo, sin
ningún tipo de traba, y consultar un archivo que, dada su larga
trayectoria, cuenta con un formidable valor histórico. Además, los
archivos quedan de este modo protegidos en lo que se refiere a su
conservación y se facilita la investigación no sólo sobre la Universidad
de Salamanca en concreto, sino sobre toda la larga historia de los
estudios generales y la educación superior en España. 
CRÓNICA
Cartas desde la
ilusión

De nuevo estoy contigo para comentarte
nuestro camino hacia la constitución y funcionamiento pleno de nuestra
“comunidad de aprendizaje”.
En nuestra última reunión, tras unos momentos de sensibilización
mediante la reflexión colectiva e individual, abordamos nuestra
situación actual en relación con nuestro funcionamiento como “comunidad
de aprendizaje”. Lo hicimos de la siguiente manera: Fuimos considerando
una a una las 10 características del funcionamiento de las comunidades
de aprendizaje que se consideran fundamentales. Son las siguientes:
1.- Control distribuido.
2.- Compromiso con la generación y compartición de nuevos conocimientos.
3.- Actividades de aprendizaje flexibles y negociadas.
4.- Autonomía de los miembros de la comunidad.
5.- Alto nivel diálogo, interacción y colaboración.
6.- Enfoque común e incentivo para trabajar juntos.
7.- Capacidad para adaptarse a las condiciones locales y evolucionar.
8.- Creatividad e innovación.
9.- Superación de la disciplina tradicional y de los límites
conceptuales.
10.- Aprecio de la diversidad, las múltiples perspectivas y las
cuestiones epistemológicas.
Lo más importante de la reunión fue que cada uno de los profesores
calificó, con una puntuación entre 0 y 5 (entre “Nunca” y “Siempre”), la
situación real del centro percibida como “comunidad de aprendizaje”.
Ahora bien, para tratar de evitar lo más posible la interpretación
subjetiva, se ofreció, antes de la puntuación, una explicación
comprensiva de cada una de las funciones antes indicadas. Una vez
explicado lo que significaba cada función, los profesores puntuaban
sobre una tabla impresa que se les había suministrado previamente.
A continuación, te ofrezco la tabla de los resultados obtenidos.
Como puedes observar, los profesores calificaron la situación, a través
de los 10 ítems o características, entre los valores 2 y 4: el valor 2
fue asignado mayoritariamente a los ítems 1 y 8; el valor 3 mereció la
atención de la mayoría de los profesores en los ítems 2, 4, 7, 9 y 10;
el valor 4 fue dado mayoritariamente a los ítems 3, 5 y 6.
Estos valores modales (es decir, los valores puntuados por la mayor
cantidad de profesores en cada ítem) nos mostraron que el centro
educativo se encuentra en una zona “intermedia” en cuanto a su
funcionamiento como “comunidad de aprendizaje”. Este hecho resulta
bastante normal si se tiene en cuenta que, en realidad, todo equipo
educativo que trabaja en cualquier centro es una comunidad y funciona
como tal, porque necesariamente se han de producir todo tipo de
intercambios entre todos sus componentes.
Pero lo importante fue conseguir que el conjunto de los profesores se
posicionara inicialmente, antes de comenzar a construir la “comunidad de
aprendizaje”, tratando de informar acerca de la realidad de la que
partimos. Dentro de unos meses (3 meses, 6 ó 9 meses, en función de lo
que decida la comisión de evaluación) volveremos a puntuar el “estado
actual” de cada uno de los ítems para comparar con esta puntuación
inicial y verificar si se ha producido mejora en cuanto al
funcionamiento de la “comunidad de aprendizaje”. Nuestra convicción es
que, si tenemos que mejorar, tenemos que saber, también, de dónde
partimos. De no ser así, estaríamos, con toda probabilidad, trabajando
en la incertidumbre y en la falta de datos reales acerca de nuestros
posibles progresos.
Tal vez, en mi próxima carta, te dé una explicación un poco más
detallada de las 10 funciones que te he indicado, porque creo que merece
la pena conocerlas con más amplitud y claridad. 
Tabla de los resultados

Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com
PRIMEIRA COLUNA
Tempo de readaptação

O ensino superior em Portugal enfrenta,
nos próximos anos, uma das maiores readaptações da sua história recente.
A questão dos consórcios e das parcerias há muitos anos que é assumida
quer pelas universidades, quer pelos politécnicos, e têm sido dados
passos importantes nesse sentido. Essa é uma readaptação que está a ser
feita lentamente, com as preocupações, exigências e, porque não dizê-lo,
com uma certa dose de desconfiança entre as instituições.
A realidade económica que Portugal e a maioria dos países europeus
atravessam, obriga a tutela e as instituições de ensino superior a serem
mais rigorosos, numa altura em que o contrato de confiança assinado
entre o Governo, universidades e politécnicos exige mais qualificação
para mais portugueses. Quer o Conselho de Reitores, quer o Conselho
Coordenador dos Institutos Politécnicos estão empenhados na
concretização desse contrato e a consequente correcção nos orçamentos
das instituições.
Em matéria de gestão devem ser premiadas aquelas que têm boas práticas,
que exigem a si mesmas critérios rigorosos, que conseguem apresentar
resultados económicos e escolares positivos. Significa isto que quem faz
o trabalho de casa não deve ser penalizado, como acontece, já que ficam
com uma parte das verbas «positivas» cativas. Esta é uma questão já
antiga, mas que continua a ser penalizadora para quem com poucos euros
consegue instituir boas práticas, formar com qualidade, e no final ainda
guardar o troco, o qual em parte não poderá ser usado porque fica cativo
nas contas públicas.
Mas a readaptação do ensino superior, para além de uma exigente gestão,
passa pela capacidade que as instituições tiverem, entre outros
aspectos, em: i) investigar com qualidade e dimensão (com as
universidades e os politécnicos a seguirem os seus próprios caminhos),
ii) em se internacionalizarem (não basta apenas a troca de alunos e
docentes, é preciso implementar modelos de cooperação efectiva ao nível
da investigação ou da oferta formativa – Espanha está mesmo aqui ao
lado, mas os Palop’s, o Brasil e a China – através de Macau - são
mercados demasiado importantes para não serem explorados; iii) conseguir
uma maior envolvência com o tecido empresarial (garantindo as ofertas
formativas que o mercado regional, nacional e internacional necessitam);
iiii) ou ainda procurarem e formarem novos públicos, a vários níveis de
ensino.
Naturalmente que há outros aspectos não menos importantes, como a
qualificação do corpo docente das instituições, o desenvolvimento de
plataformas de ensino a distância, ou a implementação efectiva do modelo
de «Bolonha» (os cursos já foram readaptados, mas falta, na maioria dos
casos tudo o resto).
Muito do desenvolvimento que o País teve nos últimos 30 anos deveu-o ao
ensino superior. Aos Politécnicos e às Universidades que garantiram o
acesso ao ensino superior a quem nele quis estudar. E esse é um trabalho
que está longe de estar acabado. Em tempos de crise, a proximidade das
instituições com a população é um factor decisivo para que muitos
portugueses se continuem a qualificar. Discordo por isso, da velha
máxima, que Portugal é um país de doutores e engenheiros. Necessitamos
de mais gente qualificada, mas defendo que todos os que já obtiveram (ou
estão a obter) a sua qualificação também eles se devem readaptar a uma
nova realidade que não é apenas portuguesa, mas global... 
João Carrega
carrega@rvj.pt
CRÓNICA
As cores da ilusão

A velha era viúva de há tanto tempo,
que a memória já não chegava para saber quanto. Queria agora aliviar o
luto, embora mantendo o mesmo respeito pelo defunto. Foi por isso à
drogaria vizinha e pediu:
- Ó Senhor Manuel, venda-me um pincel pequeno e uma latinha de tinta
preta, que não seja muito escura, para retocar a campa do meu marido.
Não é o caso da anciã, que era respeitadora, decrépita, é certo, mas
honrada. É mais o de certa gentinha que por aí anda a fazer-nos crer que
o preto é branco e vice-versa.
Na verdade, nada daquilo que vemos diariamente é o que na realidade nos
contam termos visto; nada do que sentimos na pele é aquilo que nos dizem
termos sentido; nenhumas das cores que vemos são as cores com que nos
pintam a vida. Nas escolas, nos hospitais e centros de saúde, nos
serviços públicos, no emprego e, enfim, na praça ou na mercearia.
Montados nos cavalos do sucesso e das saídas airosas, os ministros falam
agora da inevitabilidade e da globalização de medidas austeras, quando
há poucos meses os sacrifícios seriam mínimos e poucos os sacrificados.
A crise estava então erradicada.
A estes juntaram-se agora outros, pintando a manta. É mais do mesmo.
Como se a crise e o nosso anunciado desassossego tivessem apenas a ver
com a redução do IVA de alguns produtos essenciais, a suspensão das
parcerias económicas do estado ou o encerramento de instituições
paralelas, que os sucessivos governos foram criando para agraciar os
respectivos boys pelos serviços prestados.
As contribuições sérias; quando realmente a vida da maioria das pessoas
está em causa, aqueles não as querem ver nem pintadas.
Os figurões, esses, chegam mesmo a falar de mágoa que sentem por terem
de aplicar as medidas “impopulares” que nos comprometem o futuro. Hão-de
voltar mais tarde com o mesmo discurso, com caras de anjo e cores
celestiais.
A banca, obreira de todo este desastre económico e financeiro, que
especulou, esbanjou e agiu, em muitos casos fraudulentamente, é agora o
sector a proteger, a acarinhar e a incentivar, mais parecendo vítima
daqueles que não têm emprego, recebem salários e pensões de miséria,
compram os medicamentos mais caros e engrossam as filas dos bancos
alimentares.
É, portanto, a cor do dinheiro, que comanda a nossa vida cinzenta. 
João de Sousa Teixeira
teijoao@gmail.com
|