Director Fundador: João Ruivo    Director: João Carrega    Publicação Mensal    Ano XII    Nº140    Outubro 2009

Opinião

CRÓNICA SALAMANCA

La figura del rector

La reciente e inesperada dimisión del Rector de la Universidad de Salamanca, José Ramón Alonso, por motivos personales, la obligada convocatoria y celebración de elecciones a la vista para elegir al sustituto, invitan a todo miembro sensato de la comunidad universitaria a formularse algunas preguntas de fondo sobre la figura del Rector.

Quedan muy lejos aquellos modelos medievales y renacentistas en que a veces el Rector era un estudiante, con frecuencia era el resultado de las fuerzas organizadas de los estudiantes, era un eclesiástico de garantía del obispo y del Papa, o alguien de fidelidad contrastada con la monarquía. Más próximos a nosotros están rectores, dentro de nuestra misma Universidad Salamanca, que permanecían en el cargo varios decenios o largas etapas (así Mamés Esperabé (1869-1900), o Miguel de Unamuno (muchos años, en varios momentos entre 1900 y 1936). También del siglo XX quedan lejos, por fortuna, los tiempos de rectores nombrados personal y directamente por el Jefe del Estado en la dictadura franquista, con duración de largos años en el cargo y cese final sin contemplaciones (Madruga, Tovar, Beltrán de Heredia, Balcells, Lucena, Rodríguez Villanueva, hasta 1979).

La llegada de la democracia, y sobre todo la Ley de Reforma Universitaria de 1983, introducen en las universidades españolas un modelo de rector no vitalicio, elegido democráticamente (adoptando formatos directos o indirectos en ese proceso), y con autonomía creciente, aunque yo diría que no plena.

Hoy el Rector ha de desempeñar en la universidad funciones como las de siempre, pero también diferentes. No vamos a elaborar un listado de deseos sobre el nuevo Rector, al estilo de las peticiones de los niños por Navidad, con ocasión de la carta a los Reyes Magos.

Desde luego que a alguien que se postule a la elección de Rector, a todos los candidatos sin distinción, se les supone inteligencia más que acreditada (es catedrático de una especialidad), capacidad de trabajo, generosidad y disponibilidad de su tiempo profesional y personal, y un punto de ambición y, por qué no decirlo también, de vanidad, por la posición académica y social que representa un Rector de Universidad, y desde luego muy en concreto de la de Salamanca, una de las más apetecibles en el concierto español y europeo, por muchos motivos que ahora no vienen al caso.

Además de lo sugerido, nos permitimos proponer que, para desempeñar su cargo y funciones con éxito y beneficio académico y social de la comunidad universitaria, el Rector debiera ser capaz de atender con prioridad a cinco cuestiones, por encima de otros aspectos de detalle que podríamos enumerar y comentar en otro momento.

El punto de partida de la actuación del Rector es saber ilusionar a toda la comunidad universitaria, con un proyecto de gobierno consistente, sin demagogias, capaz de competir con los mejores que ofrezcan otras universidades españolas y extranjeras.

Desde el primer momento el Rector debe representar la universidad allá donde fuera con la máxima dignidad y prestigio, con don de gentes, escuchando y sugiriendo propuestas a personas e instituciones de todos los sectores con los que la universidad mantiene relación, que son casi todos los de la sociedad.

El diálogo constante con políticos, sindicatos, empresas, organizaciones sociales, debe sustentarse en el diálogo cotidiano con los estudiantes y sus asociaciones y delegaciones, con los profesores y sus juntas de personal, con los decanos y directores de departamentos, con el personal de administración y servicios, con los institutos de investigación, presidentes de fundaciones, y empezando por los que tiene a su lado , como el conductor o el gabinete de comunicación.

Pero los tres puntos de estilo de gobierno de una universidad ya mencionados han de verse acompañados del necesario conocimiento de la universidad que desea dirigir, la imagen de honestidad personal que ha de poseer y trasladar, la defensa de la justicia y compromiso con la sociedad que ha de proclamar y demostrar a cada paso que da en su gestión.

Finalmente, y no como añadido, pues de lo contrario el proyecto de gobierno podría resultar un fracaso, ha de dar muestras de una fina inteligencia emocional para saber rodearse de las personas más idoneas para formar un equipo de colaboradores cohesionado, eficaz, ejecutivo.

Concitar estas claves en una sola persona no es fácil, pero la aproximación a ellas del Rector saliente de las elecciones distaría de la mediocridad del gobernante, que es lo que no necesita la Universidad de Salamanca, ni ahora, ni en sus 800 años de vida, ni en todos los que deba transitar en el futuro.

José María Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es

 

 

 

CRÓNICA

Cartas desde la ilusión

Querido Amigo:

Hoy quiero transmitirte mis reflexiones y mis pensamientos desde la serenidad del curso ya comenzado y que va rodando con normalidad.

Todos estos días he estado pensando en mi papel como “catalizador” del proceso de aprendizaje de mis alumnos, y ello me ha llevado a meditar algunas cosas que creo que son importantes que tengamos en cuenta los profesores.

En concreto, me he decidido a facilitar a mis alumnos el desarrollo de la competencia de “aprender a aprender”. He encontrado una cita de Seymour Papert que me parece muy interesante para que todos los profesores la pensemos y comencemos a cambiar nuestra manera de enfocar el proceso de aprendizaje de nuestros alumnos y sus posibilidades de desarrollo en lo que se refiere a su futuro profesional. Dice Seymour Papert lo siguiente:

“Aprender en la escuela las habilidades que aplicarás en tu vida” ya no es sostenible. Estas habilidades quedarán obsoletas en el momento en que comiences a trabajar y las necesites, excepto una: la habilidad de ser capaz de aprender. Es la habilidad de ser capaz no de dar la respuesta correcta a las preguntas sobre lo que te enseñaron en la escuela, sino de construir la respuesta correcta a las situaciones que no pertenecen al ámbito de lo que te enseñaron en la escuela. Necesitamos producir personas que sepan cómo actuar cuando se enfrenten con situaciones para las que no fueron específicamente preparadas.

He copiado estas palabras y se las he repartido a mis colegas para que las pensasen. Espero que, en alguna ocasión, podamos hablar sobre este pequeño texto que creo que orienta la labor de los profesores. La verdad es que plantea algo muy distinto de lo que hemos hecho nosotros hasta ahora y, sobre todo, de lo que han hecho con nosotros en nuestro proceso de educación, cuando éramos simples alumnos. Se nos enseñaba todo lo necesario para cumplir con los requerimientos de la escuela: aprobar los exámenes, ser los mejores de la clase, hacer bien las tareas escolares, resolver todos los problemas académicos que nos planteaban los profesores, ser dóciles a la hora de reproducir todos los mecanismos y procedimientos que nos indicaban… En definitiva, se nos enseñaba a “adaptarnos a la escuela”.

El problema surge, siempre, cuando, al salir de la escuela, te encuentras con el mundo real para el que no te han preparado en el centro educativo.

Ahora se nos pide que adoptemos esta perspectiva, es decir, que seamos capaces de plantear, EN LA ESCUELA, problemas que responden a la vida auténtica de las personas y que se tienen que resolver FUERA DE LA ESCUELA.

Por eso, voy a tratar de enfocar todas las actividades del aula en función del contexto en que viven mis alumnos, y voy a tratar de plantearles problemas de la vida real que tengan que resolver EN LA ESCUELA, pero que les preparen para poder ser personas eficaces FUERA DE LA ESCUELA.

Creo que esta actitud de los profesores es el núcleo fundamental que permitirá el desarrollo, en los alumnos, de la competencia de “aprender a aprender”.

En mi próxima carta, te seguiré hablando de mis pensamientos acerca de esta competencia fundamental, y de las estrategias que estoy poniendo en marcha para conseguir que mis alumnos aprendan, realmente, a aprender.

Como siempre, salud y felicidad.

Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com

 

 

 

PRIMEIRA COLUNA

Praxes para que vos quero!

No início de cada ano lectivo, no ensino superior (e por vezes, nos níveis de ensino inferiores, como que a quererem demonstrar maioridade e irreverência), as praxes académicas tornam-se uma dor de cabeça para quem entra de novo no sistema (caloiros) e uma satisfação - que muitas vezes ultrapassa os limites da dignidade humana e os valores da própria educação -, para os veteranos.

É um ritual que deveria servir para integrar os mais novos na academia, para lhes fazer ver os valores e a importância da nova fase das suas vidas e não, como acontece com frequência, para humilhar, escravizar e sabe lá mais o quê. Todos os que passaram pelo ensino superior concordarão, em consciência, com esta análise.

Em circunstância alguma os limites devem ser ultrapassados. É certo que há quem defenda que praxe é praxe e ponto final. A cada ano que passa são introduzidas novas variáveis nas praxes académicas. Há quem defenda que, por exemplo, os caloiros dos cursos ligados à agricultura ou produção animal devem tomar banho em bosta de vaca ou excrementos de porco branco (que o preto é mais caro). É aquilo a que chamaria uma praxe de m..., a qual deveria ser severamente punida, assim como e os seus promotores.

Este é apenas um exemplo daquilo que não devem ser as praxes académicas. A situação chegou a tal ponto que o Governo viu-se obrigado qualificar no novo Regime Jurídico das Instituições de Ensino Superior como infracção disciplinar “a prática de actos de violência ou coacção física ou psicológica sobre outros estudantes, designadamente no quadro das praxes académicas» e cuja sanção pode ir da advertência à interdição da frequência da instituição. Este poder disciplinar pertence ao reitor ou ao presidente da instituição, podendo ser delegado nos directores ou presidentes das unidades orgânicas, sem prejuízo do direito de recurso.

Como se não bastasse, o ministro da Ciência e do Ensino Superior viu-se obrigado a escrever às instituições e às associações de estudantes a contestar a prática de praxes violentas. Mariano Gago diz mesmo que “a degradação física e psicológica dos mais novos como rito de iniciação é uma afronta aos valores da própria educação e à razão de ser das instituições de ensino superior e deve ser eficazmente combatida por todos: estudantes, professores e, muito especialmente, pelos próprios responsáveis das instituições”.

O Ministro espera (e o País agradece) que da parte da “associações de estudantes, que num passado ainda bem recente, e em condições difíceis, pugnaram pelos valores da liberdade e da dignidade humana, um contributo activo, não só não acolhendo nem apoiando acções que, a coberto de pseudo intenções de integração dos jovens estudantes põem objectivamente em causa aqueles valores, como promovendo iniciativas no sentido de uma verdadeira integração na comunidade académica”.

É importante que os novos alunos das academias conheçam os seus direitos. Mas também é importante que aqueles que pisam o risco conheçam as consequências. Os outros, aqueles estudantes que sabem integrar os novos alunos e promover o verdadeiro espírito académico (que acreditamos ser a maioria), esses devem pugnar por manter os seus valores elevando as instituições de ensino a que pertencem a patamares de excelência. O sucesso das universidades e dos politécnicos faz-se de muitas formas, mas certamente que os seus objectivos serão mais fáceis de alcançar se tiverem uma comunidade estudantil motivada e satisfeita, mas nunca humilhada....

João Carrega
carrega@rvj.pt
 

 

 

CRÓNICA

Pé-de-cabra

Resumir numa crónica matéria que daria para uma fábula, é uma tarefa tão inexequível como arriscada, no entanto vamos lá.

Vemos, ouvimos e lemos (disse Sofia e cantou Fanhais, há muitos anos em Cantata da Paz).

Digo o mesmo sobre as asneiras – os media chamam-lhes gafes – dos políticos que se aventuram um pouco além do seu quintal; se estendem mais que a corda do seu saber.

Era assim com Américo Tomás que, de tantas, me ocorre a célebre “é a primeira vez que cá estou desde a última em que cá estive”; foi com Cavaco Silva o apagão de 400 anos entre Tomas Mor e Tomas Mann; e continuou com Guterres, com os famigerados 6% do pib, “é fazer as contas”. O meu amigo Manuel Barata acrescentaria aqui a tautologia, de uso demasiado excessivo para o meu gosto…

Sócrates não podia deixar de produzir obra nesta matéria e abriu o livro recentemente.

Que disse ele? Pois, nem mais: referindo-se ao que considera niilista na oposição, criticou “aqueles” que só utilizam verbos negativos, e bem podia ter ficado por aqui. Mas não, foi mais longe, enunciando alguns dos verbos a que se queria referir: o verbo rasgar – muito bem, o verbo rasgar – e o “verbo” não avançar, assim, conjugado na infinitiva parvoíce. No melhor pano cai a nódoa.

Passados os três actos eleitorais, apetece-me dizer que é tempo de deixar de dizer asneiras e passar a fazê-las…tendo em conta os resultados.

Foram escrutinadas obras faraónicas e também assim-assim e algumas que nem uma coisa nem outra, aliás noutro lugar, para o(s) próximo(s) mandato(s), enfatizadas pelo plantel de comentadores que muito devem orgulhar os nossos meios de comunicação. Abençoada pátria que tais comentadores tem!

Estes, mais que asneira, foram produzindo ronha, que venderam como opinião independente. E já fizeram saber que os vencedores, com a faca e o queijo na mão, vão fazer diferente, melhor do que… eles mesmos, noutro registo.

Permitam que cite três vencedores três. O primeiro, e mais exorcista de todos é o candidato do PS em Beja, que dá pelo nome de Valente e é Pulido: “instaurar a democracia em Beja, que não existia desde o 25 de Abril”. O homem é de vistas largas; é um milagreiro. O segundo é o eterno Narciso e, como narciso, não poderia dizer mais que “esta (a dele) candidatura ganhou, perdendo as eleições”, que é como quem diz: de vitória em vitória até à derrota final. E, “Last but not least”, aquela criatura célebre, quem em tempos idos mandou os fumadores lamber cinzeiros, esse, o Macário, deu assim foral a Faro, garantindo que, com a sua vitória, “Faro volta a ser a capital do Algarve”.

Com um acto eleitoral, já haveria matéria suficiente para estender ao sol; com três, naturalmente, será uma caixinha de Pandora em que alguns não se atreverão a tocar, outros já não sabem o que lá meteram e, outros ainda, nem se lembram onde puseram o raio da chave.

À cautela, resolvi arranjar um pé-de-cabra.

João de Sousa Teixeira
teijoao@gmail.com
 

 

 

CONTRA-BAIXO

Eu, ministro da Cultura

Como não aspiro a tal, nem me reconheço capacidades mínimas para ser ministro da cultura na nossa ou qualquer outra República, tudo o quer vou aqui escrever deve ser lido na óptica da conversa imaginária com os meus botões. Obrigado por partilharem o vosso tempo com as minhas divagações.

Por onde começar? O ministro da cultura deve ter visibilidade. Desde logo, tem de suscitar o respeito dos colegas de governo, tarefa árdua como se sabe. Consequentemente, a sua capacidade negocial em sede de orçamento de estado é primordial. Os botões já berram que o orçamento não é tudo, que há muito outros factores e mais uma série de acertadas considerações. Pois é, mas esse é o primeiro sinal que todos esperamos. Todos queremos fazer melhor. Mas melhor com mais recursos. E a crise? Sim, a crise continua e por isso mesmo, é necessário reforçar o investimento público neste sector.

Todos esperamos um investimento redobrado no património, tendo especial atenção relativamente aos alarmantes sinais de risco em algumas edificações emblemáticas. As parcerias público privadas serão uma excelente solução, mas deverão ser trabalhadas de forma a terem uma eficácia superior obtendo resultados num espaço de tempo mais curto.

Depois de anos consecutivos de aumento do investimento das autarquias e com uma rede de teatros à espera, o novo ministro da cultura tem de dar resposta ao desafio do apetrechamento humano e material de tantos equipamentos subaproveitados. Deverá fazê-lo em diálogo com as autarquias e de forma a garantir que os projectos terão uma sustentabilidade num prazo temporal suficiente, para se conseguirem afirmar, nas suas regiões de influência. Tenho consciência que algumas autarquias já o fazem, mas completamente abandonadas pelo poder central, o que não se me afigura aceitável.

Um sussurro dos meus botões lembra-me que a interligação com o sector educativo deverá ser levada à prática através de projectos com forte impacto comunitário, procurando trazer a cultura para a ribalta do discurso e não apenas como um adorno, instrumental e pouco consequente a longo prazo. Nunca Portugal teve tantos recursos ao seu dispor neste sector, uma oportunidade que talvez não seja “única”, mas dificilmente repetível. Fazer pontes de forma coordenada entre as escolas, o ensino artístico, as escolas superiores, as universidades, os teatros, as associações, os criadores e os outros agentes é uma responsabilidade com muitos actores. Não é fácil, mas é o caminho. Precisamos de sinais claros, de dar visibilidade aos casos de sucesso e de um impulso.

Precisamos de gastar menos com poucos projectos e distribuir melhor os recursos (por exemplo, os do Turismo de Portugal), gerando novas oportunidades. Repito-me relativamente a uma texto anterior, mas dói, visto aqui de cima, tanto dinheiro gasto no Allgarve. E dói pela desproporção relativamente a outras zonas. Pois, já me dizem que isso tem pouco a ver com o ministério da cultura, o que é verdade apenas parcialmente. Não estamos a falar de um governo e de uma política cultural?

Carlos Semedo
carlossemedo@gmail.com

 

 

 

PAU DE GIZ

A ver vamos

Em vinte verões não têm conto as vezes que fui e vim ao farol, em quase todas as vezes fui e vim ao farol a magicar, porque sonhar não paga imposto.

Este verão lá fui ao farol e vim de chinelos, a empurrar um carrinho de bebé como há dois anos empuxei e feitas as contas é o mesmo que impulsiono há cinco. O carrinho, na escravidão das férias, resiste e o gosto de sentir os pés frios deve-se aos chinelos e a S. Pedro ser uma praia fria, agradável em Agosto como posso hoje constatar pelas temperaturas anunciadas pela meteorologia para o interior.

Na saleta do segundo andar, na vinte e oito de Maio, a camilha com a braseira eléctrica ligada no estrado aconchegava os pés nas noites frias. No rádio, o rádio clube português passava os discos que chegavam de Londres apresentados pelo Cândido Mota no em órbita, das dez à meia noite, e no móvel de torneados da sala de jantar as garrafas de uisqui retornadas em final da comissão, em caixas de madeiras exóticas medindo um metro cúbico a que os oficiais tinham direito a transportar no Nyassa, alinhadas por idades do envelhecimento esperavam melhores dias.

Nos armazéns Brancastelo, um poster colado na parede com um soldado da fumar anunciava o amigo certo das horas incertas. Referia-se ao SG, me parece, mas era do Português Suave sem filtro o fumo da sala.

Arrumado o livro de trigonometria, concluída a sessão de poesia concreta rabiscada nos rótulos das garrafas vazias, refazia-se o estômago com uma torrada na Belar que nunca encerrava antes das duas da manhã.

Tal como os cães enfurecidos de guarda à noite ao rebanho da quinta da Granja, onde a construção do ciclo preparatório segue sem atrasos e obras a mais e a avenida continua um lamaçal, também o Patilhas e Ventoinha controlavam outro rebanho noctívago.

Os dois polícias à paisana sentados no Prefect preto, a particularidade da alcunha alguém a subtraiu aos genuínos personagens de um programa radiofónico de grande audiência Os Parodiantes de Lisboa, às avessas da canzoada assanhada, garatujavam silenciosos a hora e local num caderninho de capas pretas e lombada encarnada, quando, para tais funções recebiam ordens específicas vindas de cima.

Os dois personagens, cogitando em veneração e zelosos do borrão em letras miúdas rabiscado no tal caderno, apenas entregavam as formalidades escrituradas como quem conta um conto. Havia alguém, esse sim, que depois as dactilografava numa folha de papel grosso com linhas, acrescentando-lhe um ponto e reencaminhando o escrito para arquivo em Lisboa dentro de uma mala de cabedal muito gasta pelo uso que tinha de bambolear na bagageira de um carro com os pára-choques cromados.

No gesto largo que faziam ao arrecadar o bloco dos apontamentos por dentro no bolso do casaco, seguiam armazenados relatos de serenatas, enumerações de nomes, filiação, naturalidade e outros averbamentos. Desses esboços deduzia-se quem era quem sentado fora de horas nos bancos da avenida do liceu e, abatendo-se a contabilidade dos sombreados pelas lâmpadas de poucas velas que os camuflavam, não lhes faltavam bases para engrossar os cupões dos politicamente activos, nem segredos dos cábulas e madraços tresmalhados expostos aos encarregados de educação na primeira oportunidade.

A fazer fé nas análises até registaram uns zunzuns namoradeiros daquele amigo das Benquerenças, na quinta das Pedras, onde à esquina, em frente à Prazol o inconfundível carro preto estacionava de vigília.

Afinal, fossem eles gabirús, espojados ao sol, mariolas, espertalhões, preguiçosos, gente boa, do contra ou da situação, fosse quem fosse, todos acabavam à noite, ao seroar, por correr os cães da quinta da Granja à pedrada ou por se converterem em fichas guardadas nuns móveis altos, arrumados numa cave bafienta da António Maria Cardoso que era para onde era o destino da mala e que hoje é um condomínio de luxo.

Visto assim à distância, coisas poucas houveram que desde então mudassem: um deles seguiu a carreira militar e perdi-lhe o rasto quando passei à civil, o dono da casa sem mudar de ramo continua à espera da musa para escrever poesia e não come das Zitas, eu peregrino ao farol a empurrar os meus netos como posso hoje constatar pelo frio que sinto nos pés e imagino-me à braseira em Agosto, porque sonhar não paga imposto.

Até ver.

António Luís Caramona
paudegiz@gmail.com
 


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