Director Fundador: João Ruivo    Director: João Carrega    Publicação Mensal    Ano XII    Nº137    Julho 2009

Actualidade

MOVILIDAD

Alumnos inmigrantes, educación integradora

La movilidad ha acompañado al hombre de generación en generación a lo largo de la historia, y los distintos modos del hecho migratorio - percibidos siempre al principio como problemas en las sociedades de acogida- se han convertido en fundamento de los avances sociales.

Lo sabemos bien los españoles y los portugueses, acostumbrados a lo largo de nuestra larga historia a los éxodos y al mestizaje.

Sin embargo, es cierto que en estos momentos afrontamos un reto de considerables dimensiones, y necesitamos partir de claves concretas.

La primera y básica es que la inmigración masiva que ha llegado a Europa en estas dos últimas décadas va a seguir viniendo, porque obedece no sólo a las condiciones estructurales de los países de origen sino a una necesidad demográfica de nuestro viejo continente. Como dice el profesor Sami Naïr, uno de los mayores expertos europeos, no es una inmigración de transición sino de repoblación, y por tanto se ve favorecida por la propia legislación de los países de acogida.

La segunda clave es que viene para quedarse, y ahí nuestra labor docente desempeña un papel protagonista.

La escuela es uno de los primeros factores de integración social y sobre ella recae parte de la tarea de dotar a los alumnos con las competencias necesarias para acceder plenamente a la ciudadanía. Y esto no es una mera declaración de intenciones. Debemos profundizar en el conocimiento y en la práctica del “modo de empleo” de nuestra sociedad: sus leyes, sus costumbres, su historia, su lengua, todo aquello que permita asimilar el fundamento de las expresiones “nosotros, los españoles…” o “nosotros los portugueses…”, de manera que quienes vienen de fuera puedan hacerlas suyas también, para que se sientan verdaderamente integrados. Fomentar el sentimiento de minoría es desestabilizador y peligroso. La exigencia de una distribución equilibrada de los alumnos inmigrantes en todos los centros sostenidos con fondos públicos no obedece a una necesidad del profesorado para facilitar el aprendizaje sino que constituye una premisa básica de interés social. Consentir que haya centros con un ochenta por ciento del alumnado de origen extranjero, como ocurre a veces en España, puede llegar a ser una irresponsabilidad.

Los países anglosajones y Francia ya han encontrado sus propios modelos de integración social, y son antagónicos. España está aún a la búsqueda del suyo, y ensaya actitudes ante este desafío mientras asimila sus propios problemas internos de identidad. Sin embargo, mucho más alejados de la política de lo que creen los gobernantes, cada día en la escuela, nosotros los docentes ensayamos el modelo integrado de la sociedad del futuro, estableciendo un marco de valores compartidos en el que cada identidad individual enriquece a las demás con su diferencia, pero sobre todo comparte sus elementos comunes, lo que nos hace iguales, lejos de esa mitificación artificial que Freud llamó “el narcisismo de las pequeñas diferencias” y que ocupa las primeras planas de los periódicos. Los profesores lo hacemos así porque sabemos que exacerbar el derecho a la diferencia tiene el peligro de desembocar en una diferencia de derechos.

Sabemos que la integración se construye a través de la transmisión de valores, y que nuestra tarea es mostrar a todos los alumnos los avances que la sociedad occidental ha realizado en siglos de historia: el establecimiento de los derechos pero también de los deberes. Tenemos presente el aforismo de Pericles: “Por encima de nosotros está la Ley que hemos construido nosotros mismos.” Esa y no otra es la esencia de la democracia. El núcleo de valores imprescindible para vivir juntos es precisamente la Ley ante la cual todos somos iguales. Los derechos particulares, las costumbres exportadas, acaban cuando topan con este sustrato fundamental.

La función integradora del sistema educativo es construir el proyecto común de todos ante el futuro que queremos vivir juntos, pero esto sólo puede conseguirse con el pasado, con la historia, la cultura, el conocimiento de nuestro medio. Por eso las actividades que planifiquemos en la escuela no pueden quedarse sólo en exponer las aportaciones de los países de origen de nuestros alumnos sino que nuestras “semanas culturales” y el resto de iniciativas deben hacer germinar en todos la admiración por lo que nos ha hecho a los españoles y a los portugueses grandes y generosos en la acogida. Nuestras aulas, una por una, deben ser la avanzadilla en la lucha contra las humillaciones que inflingen el racismo y la xenofobia, y por eso – y esta es una reflexión que deben hacer los equipos directivos- debemos potenciar también la presencia de los padres de nuestros alumnos inmigrantes en los órganos de participación y decisión de los centros.

Carmen Guaita
(Profesora y Secretaria Estatal
de Comunicación de ANPE)

 

 

 

CRÓNICA

Cartas desde la ilusión

Querido Amigo:

He quedado tremendamente satisfecho con los resultados de la aplicación de la técnica de “la tortuga Pepe” con mis alumnos. Ha sido muy reconfortante ver cómo los alumnos llegaron a simular situaciones problemáticas o conflictivas para solicitar el uso de la técnica, y, de esta manera, hacer que su nuevo compañero no se sintiera extraño, como si fuera él sólo el único que tuviese problemas o entrase en conflicto con sus compañeros. La verdad es que parece que los niños son tremendamente permeables a estos mensajes de solidaridad y han captado de una manera maravillosa la dinámica de este “juego” que ha beneficiado muy positivamente a su compañero hiperactivo.

Este niño, que, al principio, parecía un tanto asustado, comenzó a sentirse a gusto en nuestra aula y, con la ayuda de todos, ha comenzado a controlar su comportamiento y a realizar sus tareas. Estamos todos “compinchados” para prestarle la ayuda necesaria en cada momento sin que él se sienta agobiado. Hasta ahora él ha aceptado todo tipo de ayuda y se ha mostrado agradecido. Yo espero que el próximo curso, que seguirá en nuestra aula, podamos seguir potenciando su adaptación ayudándole a mejorar día a día el control sobre sus propios impulsos.

Tengo que confesarte que he llegado al final del curso y me encuentro plenamente satisfecho de lo que hemos realizado a lo largo de estos diez meses que hemos convivido y que hemos aprovechado para seguir aprendiendo y para afrontar con confianza situaciones nuevas. Creo que es ésta la dinámica que se nos está pidiendo actualmente para cumplir los objetivos de desarrollo de las competencias básicas en los que estamos comprometidos.

Ahora iniciamos las vacaciones de verano y el merecido descanso, y, para que mis alumnos no pierdan la dinámica de lo que hemos hecho durante este año, les he contado esta bonita historia que ahora te cuento a ti, pidiéndoles que la tengan todos estos días presente y sean solidarios con todas las personas que se encuentren en la vida.

La historia es la siguiente:

“Estaban celebrando el final del curso en el centro educativo. Una de las actividades programadas era una carrera en la que intervenían un conjunto de niños con síndrome Down. Una vez dada la voz de salida, todos se pusieron a correr tan rápido como pudieron… Pero al poco tiempo, se dieron cuenta de que había un niño que no corría, porque, en la salida, había resbalado y caído al suelo… Sin decir nada, se detuvieron, volvieron hacia la línea de salida, se tomaron todos de la mano y dijeron al niño que había caído: ‘Ahora vamos a correr todos juntos, y todos juntos ganaremos’. Al cabo de unos minutos, entraron todos juntos en la meta. Al ver este gesto de los compañeros del niño caído, más de un adulto que asistía al transcurso de la carrera no pudo reprimir una lágrima… Fue un gesto de solidaridad muy emocionante”.

Mis alumnos no necesitaron más explicaciones ni aclaraciones. Todos comprendieron la importancia de renunciar, en ocasiones, a una victoria individual para conseguir vencer todos juntos, y lo maravilloso que es colocarse junto a la persona que está sufriendo por el motivo que sea, para ayudarle a seguir adelante.

Espero que, cuando vuelvan de sus vacaciones de verano, entre todos cuenten sus experiencias de solidaridad que contribuyan a su maduración como personas y como ciudadanos.

Como siempre, un abrazo muy fuerte, con todos mis deseos de salud y felicidad, y esta vez con el deseo de que disfrutes de un merecido descanso durante estos días de verano en compañía de todas las personas que te aman y a las que amas.

Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com

 


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