Director Fundador: João Ruivo    Director: João Carrega    Publicação Mensal    Ano XII    Nº138    Agosto 2009

Opinião

CRÓNICA SALAMANCA

Nanotecnología iberica

Hace muy pocas semanas se ha inaugurado en Braga un importante centro ibérico de investigación. Se trata del Laboratorio Ibérico Internacional de Nanotecnología (INL son sus siglas en inglés, faltaría más), inaugurado con la presencia del Rey Juan Carlos, el Presidente de la República de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, y los dos primeros ministros, José Sócrates y José Luis Rodríguez Zapatero. El director de este puntero centro de investigación será Jesús Rivas, de la Universidad de Santiago de Compostela.

Este Laboratorio tiene previsto contratar una plantilla de 200 investigadores en los próximos cinco años, bien seleccionados en todo el mundo. Sus objetivos se orientan a la investigación en nanomedicina, control ambiental, seguridad de alimentos, nanoelectrónica y nanomecánica. Todo muy nano, no solo micro. Es decir, ultrapequeño, que es por donde parece que van las tendencias en la física y tecnología del futuro próximo. Nadie duda del interés que esta iniciativa compartida y financiada entre Portugal y España, Ibérica al fin, ofrece para el desarrollo científico e industrial de ambos paises. Muy bien. Parece que incluso puedan adherirse otros paises en los próximos años.

Si hemos titulado este artículo como nanotecnología ibérica ello no significa en modo alguno que la ciencia o la tecnología tengan que llevar un apellido patriótico. Si hay algo que caracteriza a la ciencia de verdad es precisamente su carácter y aspiración de universalidad, carente de nacionalismos. Pero hemos subrayado ese adjetivo, ibérico, precisamente para impulsar y recomendar la organización de actuaciones científicas compartidas entre España y Portugal, en cualquier campo de la ciencia, llámese nanotecnología o cualquiera de las ciencias sociales. Lo importante y digno de ser destacado es la orientación compartida de un proyecto científico que busque superar barreras artificiales, que sea transfronterizo. Portugal y España van trazando así una ruta bien definida, clara, y a ella nos adherimos.

Pongamos sobre el papel otro ejemplo, en este caso dentro de las ciencias de la educación, uno entre varios posibles. La Sociedad Española de Historia de la Educación y la sección de Historia de la Educación de la Sociedad Portuguesa de Ciencias de la Educación vienen celebrando desde 1992 el “Encontro Ibérico de Historia de la Educación”, con una periodicidad aproximada de dos ó tres años, y con carácter alterno. Así hemos de recordar los celebrados en Sao Pedro do Sul (1992), Zamora (1995), Braga (1998), Allariz (2001), Castelo Branco (2003), Sevilla (2006), Porto (2009). Los participantes en estos encuentros de investigadores del ramo de la Historia de la Educación de España y Portugal hace tiempo que hemos comprendido la importancia de superar barreras, de buscar espacios transfronterizos, de mirarnos e intercambiar de cerca, de observar y recibir la mirada del otro.

Es un ejemplo, otro más, de los muchos que han ido conformando el espacio común europeo de la ciencia , la universidad, la educación. Y el camino hay que roturarlo principalmente con los que tienes al lado, a veces lo más complicado de aceptar. España y Portugal tienen motivos de satisfacción, mostrando cómo es posible entenderse científicamente, y construir juntos espacios culturales y educativos mediante proyectos científicos concretos, sean de las ciencias experimentales, las tecnologías, de las ciencias sociales o de las humanidades y bellas artes.

José María Hernández Díaz
Universidad de Salamanca
jmhd@usal.es

 

 

 

CRÓNICA

Cartas desde la ilusión

Querido Amigo:

Te estoy escribiendo este mes con toda la relajación que me permite el descanso y el disfrute del buen tiempo, la familia, los amigos…

Pero esto no es obstáculo para que esté ya pensando en mis planes para el próximo curso. En concreto, ya que la inclusión del niño hiperactivo va a seguir suponiendo un desafío, creo que voy a hacer un plan para mejorar la convivencia entre mis alumnos. Estoy convencido de que, si consigo un clima en el aula estable, en el que todos los niños participen y cooperen, el rendimiento será mayor, y podremos mantener las mismas características de la actuación con el compañero hiperactivo que conseguimos los dos últimos meses del curso ya finalizado.

Para ello, voy a tratar de promover el desarrollo de su competencia social creando situaciones que les permitan interactuar positivamente. En este sentido, se me ocurre dar una orientación didáctica más centrada en la solución de problemas, cediendo cada vez más el control de las actividades en ellos mismos, para que, poco a poco, vayan asumiendo responsabilidades y tomando decisiones. Voy a tratar de realizar lo que se nos pedía a los profesores en el informe Delors, es decir, voy a tratar de conseguir que mis alumnos aprendan a conocer y a conocerse tanto a sí mismos como a sus compañeros, que aprendan a hacer juntos todo aquello que tengan que proyectar para resolver los problemas que les vaya planteando, que aprendan a vivir juntos teniendo en cuenta las características de los compañeros y respetándolas por encima de todo (no olvido a nuestro nuevo compañero hiperactivo), y, en definitiva, que aprendan a ser buenas personas, buenos alumnos, buenos hijos, buenos ciudadanos…

Estoy convencido de que, para conseguir esto, yo sólo tengo que ser un catalizador, es decir, una persona que esté al lado de los alumnos para atender a sus necesidades sin satisfacérselas, orientarles sin llevarles, despertar su interés sin forzarles, y plantearles situaciones en las que ellos den sus propias soluciones aunque sean erróneas e insuficientes sin dar mi propia opinión o solución al respecto. Recuerdo, y siempre tendré presente, la frase de Jean Piaget: “todo lo que enseñes a un niño, impides que él lo descubra”.

Sé que esto me va a exigir estar continuamente en guardia con relación a mí mismo, porque los educadores (y, en general, los adultos) tendemos, porque somos impacientes, a dar las soluciones y a arreglar las cosas para que los niños y los alumnos “no se equivoquen”.

En el fondo, es que creo que a nosotros nos educaron en el miedo al error. Es algo que tenemos que romper y erradicar. Tenemos mucha inercia psicológica en este sentido, y tendríamos que hacer un esfuerzo por eliminar esa inercia. No tenemos que tener miedo al error y tenemos que dar a nuestros alumnos la oportunidad de que se equivoquen, porque la equivocación y el error pueden aportar muchos beneficios; entre ellos, pueden contribuir de manera decisiva a la maduración de nuestros alumnos.

Espero que este proceso de reflexión serena y relajada me ayude a consolidar mi actitud de “catalizador” y me permita afianzar, poco a poco, esa perspectiva de profundización de la convivencia que te indiqué al principio.

Acabo. No me queda más espacio.

Sólo quiero desearte el mejor descanso y el mayor disfrute de la vida con tu familia, tus amigos, tus aficiones y todo aquello que consideres lo mejor para ti y para los que te rodean.

Ahora en el verano, junto con el descanso, un grandísimo deseo de salud y felicidad.

Juan A. Castro Posada
juancastrop@gmail.com

 

 

 

PAU DE GIZ

Espaço mal empregado

Quatro anos acontecidos, herdo o pick up portátil como quem diz um caixote em plástico branco, as duas colunas do estéreo na tampa amovível, e arrumo no fundo do malote o quarteirão dos epês. Metade dos discos tinha-os comprado com sovinices na mesada, a outra metade foram prendas pelos anos, um ou outro devido por troca não posso precisar qual, nem me lembro com quem fiz o cambalacho.

Num dos cestos de vime, dos grandes, de terem ido lavar arrobas de lã ao Ponsul debaixo da ponte como quem vai para Malpica, acumulada com os apetrechos da cozinha embrulhados no papel de um jornal cor de rosa, editado na Madeira, guardo a caneca branca recordação da praia da Nazaré, porta lápis, esferográficas bic e cola peligon.

Desarmou-se o leito de ferro, amarrou-se a cabeceira aos pés da cama, e o quarto ficou despido quando descolei da parede os quatro cartazes da Queima das Fitas e fiz com eles um rolo.

A casa ficou vazia no dia em que a bagagem desceu as escadas do primeiro andar e subiu, acabrunhada, para a caixa da OM com o Barata ao volante, a bater as palmas e a enfatizar ah fado!

Retornados de Coimbra, como quem diz, e deslembrados da brandura da cidade aterrámos detrás do sol posto.

Assentámos num segundo andar direito, na Afonso de Paiva antes dos passeios e calçada, iluminação pública e o ciclo preparatório, poisando onde calhava o fogão de esmalte e o bragal, a aparelhagem e os discos que tinha debaixo do braço, os livros e cadernos diários que seguiam no outro braço.

A casa estava esfregada e arrumada quando pintaram o número onze no portado do lado direito.

O meu quarto, como todos os quartos do prédio, tinha varandas e as varandas lá estão. Umas varandas viram para a praceta, outras varandas é para a avenida que viram, é o prédio do bairro com mais varandas por piso e todas têm arcos por cima.

Dum desses balcões, virado para o jardim da vivenda do senhor engenheiro e pela porta escancarada os meus discos tocavam repetidamente para a filha mais nova, horas estacada a ouvir escovando para baixo o cabelo.

A avenida Afonso de Paiva, serventia pelas traseiras da escola técnica, era um lamaçal. Trilhos de lagartas, das máquinas de terraplanagem, riscavam um labirinto em direcção ao estaleiro do ciclo e cada passageiro que escolhesse por onde lhe apetecia passar.

Os moradores, no regresso do cinema à quinta feira, ou nos outros dias da semana se chegassem tarde por vir de aviar uma vida nocturna, que viessem somente de seroar, valia-lhes a destreza entre as tábuas espalhadas no atoleiro. E o mais seguro seria, como quem diz, armar-se de calhaus desde a Fonte de Santiago, para correr à pedrada os cães de guarda ao rebanho da quinta.

Os dois serra lanzudos, um rafeiro ruim como as cobras e uns quantos guedelhudos azougados, aboletados no redil de granito onde, por aí, estará talvez hoje o quartel dos bombeiros, subiam a vereda e, vadiando de ronda, asseguravam a situação das borregas, impondo com alarido respeito na vizinhança e espantando para longe os intrusos que se futurassem na noite.

No primeiro dia de aulas, trajado de capa e batina, entrei no Nun’Alvares por ser finalista repetia a entrada desta vez pela entrada principal e o mesmo Sr. Rolão, fardado, aplicado e austero explicou-me qual era o corredor e que a sala seria ao fundo, antes do museu.

Mal entrei, a Comissão da Tesoura, autoridade ratificada por uma tal Real República dos Tesos do Kanto, aleitada desde o ano anterior pelos residentes nos cantos opostos ao quadro, apodou-me de o boneco do sétimo A.

A consagração, incluindo o logotipo oficial da Comissão foi afixado, constando na caricatura do Ambrósio a páginas tantas do livro preto dos finalistas69, composto que foi, e impresso, na gráfica de S. José.

Hospedaram-me na turma de elite de matemática, nas ciências modernas.

Ontem, ninguém tem nada com isso mas voltei ao liceu. Para entregar umas papeladas, tive que me informar onde fica por favor o Centro das Novas Oportunidades ? o cno, sigla tão ao gosto dos actuais governantes, que se traduz por, ao respectivo candidatado, mediante balanço de competências, como quem diz experiência de vida, formação complementar e ajuste de contas com um júri de certificação, lhe seja atribuído um certificado de aumento da qualificação escolar. Acomodada atrás do pequeno balcão na entrada, a senhora apontou por ali e aditou na última sala à direita antes do guarda vento.

No corredor o ar cheirou-me a reitoria, em exposição a familiar jibóia embalsamada ocupada a merendar, as caixas dos microscópios checoslovacos, as amostras catalogadas da mineralogia, dei por mim no museu. Empurrei a porta da sala e vi, aboletados por ordem numérica nas carteiras pesadonas, os Alexandre, Pires, Aurélio, Divo, Farinha, João Augusto, Monteiro, ZéJaquim, ZéManel, Silveira, Félix, Paisana, Renato, Morão e as Eduarda, Evelina, Filomena, Rosa, Manela, Suzete, Teresa, Maria João e Isabel Queiroz.

O cno mora no 7º A, perguntei-lhes? respondendo os do Kanto em coro espaço mal empregado.

António Luís Caramona
paudegiz@gmail.com
 


© 2002-2009    RVJ Editores, Lda.