CRÓNICA
Como as coisas são
Antigamente comprava livros às mãos
cheias, passeava, via cinema e espectáculos vários. Ia até de férias à
praia, a Nazaré do costume, que tão bem me sabia e eu sei lá que mais.
Claro está que cada um tem os seus gostos e tudo isto pode até ser
maçador para muita gente, mas para mim era sinónimo de boa vida…
Bem, vamos lá aqui a esclarecer as coisas, não vão alguns julgar que me
refiro a estroinice ou algo semelhante, que nem era o caso, nem tal
mereceria uma só linha desta prosa. Na verdade, era uma vida boa. É
curioso que, invertendo a posição de "vida" e "boa" no texto, posso
passar de um qualquer vagabundo a honrado cidadão.
Mas que raio de arrazoado é este - pensareis - a que propósito vem esta
história lamecha? Ou, vinda de quem vem, trará água no bico? Não, não. É
verdade que era boa altura para arrematar dizendo o pior desta espécie
de socialistas de novo tipo - onde avulta uma novel espécie de
Secretários de Estado papagaios - que vão prometendo romas e catalomas
para as calendas e, no presente, nos fazem a vida em frangalhos, com
argumentos (cujo bafio deveria envergonhar quem ainda tem um pouco de
decoro democrático) que às vezes só apetece dar-lhes um par de lambadas.
Mas não, não vou encher a crónica de nódoas. É outro o meu propósito,
embora nada disto seja alheio a esta espécie de mágoa que hoje aqui vos
deixo.
Dizia, antes de ouvir vozes atrás das orelhas, o alter-ego ou lá como
isso se chama, que há um bom par de anos a vida não tinha para mim as
dificuldades que tem hoje. Hoje há como que uma hiper valorização do que
é material (monetariamente falando), não vá o diabo tece-las, poupando
sucessivamente para o dia seguinte, onde nunca se chega poupado.
Quando, em dado momento, nos julgamos capazes de sair um pouco da
rotina, volta a não haver condições porque tal cessou há não sei quanto
tempo, ou porque esse direito afinal não era tão adquirido como se
julgava, ou, enfim, porque algo foi eterno enquanto durou. Isto se não
aparecer, entretanto, um daqueles especialistas de aviário (dos muitos
que há por aí) a dizer que a bactéria, o ácaro ou outra qualquer treta
ainda sem nome nos impede de. E lá voltamos à estaca zero, na esperança
cada vez mais mirrada de satisfazer pequenos prazeres amanhã, como
muitas vezes diz por graça a minha amiga Laurinda.
É por isso que vou fazendo umas viagens de memória, volto a ler os
livros que já li: voltei a ler, Gaibéus, a Obra Completa de Armindo
Rodrigues e de José Gomes Ferreira, Levantado do Chão, para dizer
alguns, nos intervalos de pequenos livros que amigos generosamente me
fazem chegar e vejo televisão o mínimo do máximo.
Haverá quem pense que as coisas sempre foram assim e isto não tem
filosofia nenhuma. Respeito. Eu também não quero mudar o mundo numa
crónica de página A4 e muito menos obrigar outros a pensar pela minha
cabeça.
É claro que nada disto é para levar sério: são maneiras de dizer as
coisas.
João de Sousa Teixeira
teijoao@gmail.com
OPINIÃO
Cartas desde la
ilusión
Querido amigo:
Siguiendo el hilo de lo que te vengo contando y comentando, hoy te voy a
hablar del ejercicio que hice con mis alumnos acerca de "cómo encontrar
mi lado positivo".
Este ejercicio está basado en la "ventana de Johari", que supongo que
conocerás. Esta "ventana" pone de relieve el hecho de que todos tenemos
cualidades y maneras de actuar que desconocemos. Parece mentira, pero es
así. Son los otros quienes ven esas conductas y son capaces de darse
cuenta de nuestras cualidades, a pesar de que nosotros no nos demos
cuenta de ello, o no seamos capaces de captar que hacemos las cosas de
esa manera y que somos tal como los otros nos indican. Es la parte de la
ventana que se conoce como el "yo ciego". Es un "yo ciego" porque
nosotros no podemos verlo, y sólo aceptando lo que los otros nos dicen
de este nuestro "yo ciego" conseguiremos darnos cuenta de que realmente
somos y actuamos así.
El ejercicio consistió en lo siguiente: dispuse que mis alumnos se
colocaran, con sus mesas individuales, formando una elipse en el aula.
Una vez sentados todos en sus pupitres, repartí una hoja de papel en
blanco a cada uno de ellos. Entonces les indiqué que escribiesen su
nombre y apellidos con mayúsculas en la parte alta del papel. Así lo
hicieron y quedaron expectantes.
Mi siguiente indicación fue que pasasen la hoja a la/al compañera/o de
su lado derecho. Todos lo hicieron. Así, cada uno de ellos recibió la
hoja con el nombre de su compañero del lado izquierdo. A continuación
les indiqué que escribieran dos cualidades POSITIVAS de la persona cuyo
nombre y apellidos figuraban en la hoja que tenían delante.
Como mis alumnos han hecho ejercicios de autoestima durante todo el
curso, fácilmente entendieron que se trataba de escribir cualidades
positivas, y nunca negativas, de la persona cuyo nombre y apellidos
tenían a su vista.
Una vez que todos los alumnos escribieron las dos cualidades, les volví
a indicar que pasasen la hoja a quien tenían a su derecha. Otra vez,
tenían que escribir dos cualidades positivas de la persona cuyo nombre
figuraba en lo alto de la hoja.
Así fueron pasando las hojas sucesivamente por todos los alumnos del
aula, hasta que llegase a cada uno su hoja con su nombre y apellidos.
Cuando esto sucedió, se produjo un momento de silencio, en el que todos
leyeron las cualidades positivas que sus compañeros les atribuían.
Después, comenzó a producirse un murmullo entre todos, pues unos con
otros comentaban lo que el resto de sus compañeros les habían dicho.
Pasados unos minutos, una vez que los murmullos perdieron fuerza, les
pedí que marcaran con una cruz aquellas características positivas de sí
mismos que no conocían, o que no creían que tenían, y que les habían
dicho sus compañeros.
Puedes imaginar lo que sucedió. Algunos contaron pocas, otros contaron
bastantes, y alguno contó muchas.
La cara de felicidad de alguno de los alumnos era todo un poema…
Reconozco que disfruté mucho observándoles.
El ejercicio resultó un éxito total, y el clima del aula se volvió, por
un momento, maravillosamente cálido… Pero hay que tener en cuenta que
este ejercicio no se puede hacer al principio del programa de desarrollo
de la autoestima, sino que debe proponerse cuando los alumnos ya hayan
avanzado en su entrenamiento día a día y semana a semana… Con ello se
evitan posibles equívocos.
Un abrazo fuerte, cargado con todos mis deseos de "salud y felicidad".
Juan A. Castro
juancastrop@gmail.com
www.me-ayudas.com
|